A story about the beginning of life (En Espanol)

Había una vez, un cigoto. Este vino de tus padres. Células y más células que se multiplicaron y multiplicaron. Primero fuiste microscópico, pero fuiste transformado de cigoto a embrión y luego de embrión a feto. Chupabas tu pulgar suavemente mientras aspirabas el líquido que era tu aire. Con los ojos cerrados, solo podías enviar mensajes a mamá, señalándole cuando querías comida u otras necesidades especiales. Estaba oscuro, pero cálido y reconfortante. Nada podía hacerte daño siempre y cuando mamá estuviera a salvo. Soñabas mientras nadabas en el líquido amniótico. Tu movimiento dentro de ella era evidencia de tu seguridad. Esa piscina de natación en miniatura, el líquido amniótico era tu barrera contra el hostil mundo que te esperaba. Pero eso no importaba... ¡estabas a salvo! No tenías que sentir las presiones de la vida, solo una presencia cálida y hermosa. Y esta presencia era y es la presencia de Dios... o algo que Él deja para asegurarnos que siempre está con nosotros. Su amor es como una cascada desbordante... como una lluvia torrencial cayendo sin cesar. Así, su amor se derramó sobre nosotros cuando éramos fetos. Un sentimiento hermoso y sincero. ¿Por qué era necesario un amor así para nutrirnos en primer lugar? Fuimos hechos por amor, y saber que uno es amado los anima a sobrevivir. El amor llevó a nuestros padres a crearnos, y el amor de Dios fue lo que nos nutrió desde el útero. Por eso, no creo en los abortos. Aunque el esperma o el óvulo provienen de los padres, su unidad es un acto de Dios. Al terminar la vida de un feto, niegas la presencia de Dios en la formación de ese pequeño individuo, privándolo de su vida, su amor y del impacto que hubiera contribuido a la sociedad.